El día había llegado al
fin. Había acordado con mi viejo encontrarnos en Mardel. El
saldría a la tardecita por dos motivos: para trabajar a la mañana
en su negocio.. y para ir recorriendo el mismo camino que nosotros.
Ambos estuvimos de acuerdo con la idea, y era una seguridad
adicional porque
lo peor que podía pasarnos -si se rompía algo- era tener que
esperar que apareciera el Falcon azul en el horizonte,
presto a auxiliarnos.. La idea de quedarme en el camino,
sin embargo, no me preocupaba realmente. Don Cristóbal me había
aconsejado muy bien sobre las precauciones a tomar, y dijo entre
otras cosas que en ruta los elementos de transmisión sufrían
menos, al moverse a velocidad constante. Y aún si eso pasaba, ya
tenía en mi haber algo de experiencia para cambiar palieres,
acoples o manchones. Muy poco era el equipaje que iba a llevar. El
baúl estaba lleno, pero con cosas necesarias en caso de
desperfecto. Salimos temprano en la mañana del sábado, con nubes
en el cielo que auguraban mal tiempo, pero en vez de desanimarme me
llenaban de ganas para seguir..
Así, con algunas
precipitaciones leves y tiempo fresco, tras cargar nafta emprendimos
el viaje. La autopista Buenos Aires-La Plata estaba en pañales en
esos tiempos así que mi casi única alternativa era tomar el camino
General Belgrano.. hasta la ruta 2, tramo que se hizo un poco
aburrido por el tráfico y las características del camino. Al salir
a ruta abierta la cosa cambió bastante. Ya era autovía hasta
Dolores (Dos carriles por mano) por lo que anduvimos sin problema
alguno -bien por la derecha- a unos 80 Km/h. Varias veces la aguja
del termómetro superaba los 90 grados y ahí era el momento de
bajar un poco la velocidad.. en verdad mis ojos estaban más sobre
el relojito del agua que sobre el velocímetro.. y con justa razón.
Llegamos así a la primer parada,
Chascomús. Todavía quedaba nafta en el tanque pero como mi idea
era disfrutar del viaje.. dimos un paseo por la ciudad y su linda
costanera, aprovechando el recorrido para averiguar en las casas de
repuestos si había algo interesante. Como en muchas ocasiones
anteriores.. nada había de Fiat 800. En verdad todos miraban a
Guachín con simpatía pero ni iban a fijarse a depósito si tenían
algo.. así que antes de amargarme, me quedé con las sonrisas que
despertamos, y seguimos viaje. Un chaparrón muy fuerte nos
envolvió en la ruta, dejando al descubierto la ineficiencia del limpiaparabrisas y la falta de un desempañador que
-como ustedes imaginarán- fue reemplazado por mis manos primero, y
por un trapo rejilla después.
Cuando la lluvia fue
amainando, me relajé un poco. Lo suficiente como para empezar a
aburrirme.. a eso se sumaba la falta de un autoestéreo que -por
peor que fuera su calidad- era una companía que se echaba de menos.
Para 'despabilarme' un poco, no se me ocurrió mejor idea que hacer
señas con las luces a los vehículos que venían de frente, a modo
de saludo.. y fue efectivo, la mayoría de los que se cruzaban
saludaban, ya fuera con la mano o con otro guiño de luces. Recuerdo
en especial a un Torino blanco, con una familia de tres a bordo que
nos saludaron al mismo tiempo.. como un minúsculo ejército
perfectamente sincronizado. Ahí la sonrisa me salió a mí.. y
duró un buen rato. Y así llegamos a
Dolores, segunda parada. Tres cosas se repitieron: cargamos nafta,
despertamos sonrisas.. y nadie sabía algo sobre repuestos de Fiat
800. Acá se sumó un nuevo y anónimo personaje: un señor mayor,
dueño de una cupecita acorazada, que se puso a contar con ganas
pero a ritmo campechano lo gauchito que era su auto. Me alentó a
seguir, con el ojo alerta en la temperatura.. y recordó cómo
hervía el agua en el bidón suplementario de su abnegada cupecita
al rememorar un viaje en ruta que había hecho
hace tiempo.. Seguimos viaje y en la
entrada a la ciudad de Maipú compré empanadas. Ya había pasado la
hora "normal" de almuerzo hace rato.. pero el ritmo de la
travesía nos había hecho llegar a media tarde a ese lugar, que yo
ya conocía de viajes anteriores a Mardel. Y así como mi amigauto
tenía el tanque lleno.. correspondía lo mismo para mí! J. Mientras
tanto, el clima mejoraba y las nubes dejaban que los rayos del astro
rey llegaran a nosotros..
Almorcé a bordo, saqué algunas fotos aunque el paisaje no ayudaba
mucho a componer una escena pintoresca.. y seguimos camino. Cada vez
faltaba menos, y yo combatía la abulia calculando en cada mojón la
hora aproximada de llegada. Me decía a mí mismo "A 70 Km/h,
en una hora estoy..", "A 65 Km/h, en una hora
estoy.." a medida que iba pasando el tiempo y los kilómetros.
Y así se notaron en la distancia los primeros rasgos de La Feliz.
Me sentí muy emocionado al llegar a la rotonda de la avenida
Constitución, poco pasadas las 18 horas y aún con luz solar.. las
butacas de mi Spider declaraban ser poco aptas para viajes largos,
lo hacían notar en mi cintura y más abajo.. pero no me importaba,
HABIA LLEGADO! Una visita a los muelles del barrio Constitución
vino bien para estirar las piernas, y sacar alguna foto más.. para
seguir luego hacia el departamento, en pleno centro. Fue en ese tramo, en
la bajada de un punto especialmente atractivo de Mar del Plata.. que
me econtré con papá y su Falcon. O mejor dicho.. ellos nos
encontraron! J
A unas cinco cuadras del departamento.. El había salido a la
tardecita, rápido.. y nos alcanzó. En ese momento, sentí que
todas las ironías y pálidas que mi viejo me tiraba habitualmente habían
quedado en un segundo plano.. y que realmente se alegraba de que
todo hubiera salido bien. Aunque más tarde, al verme caminando con
las "marcas" del viaje en el cuerpo.. aprovechó para
cargarme. Pero bueno, yo entendí que eso ya prácticamente estaba
en su naturaleza.. y pude perdonarlo J.