|
|
Capítulo
6
La
época del aprendizaje
Con
el paso del tiempo, empecé a preocuparme por arreglar algunas cosas
de mecánica yo mismo.. Porque recuerden, todavía me quedaban
'cómodas' cuotas por pagar.. y encima los mecánicos que venían
atendiendo a Guachín tenían como clientes a mi viejo y a mi
hermano, personas con perfil de consumidor muy opuesto al mío. Eso
se notaba en lo gue me cobraban cada arreglo y encima mi 800
tallereaba seguido.. Así que cuando la bomba de agua empezó a
perder, primero compré una nueva yo (Aunque no la pagué muy barata
que digamos) y luego peleé el precio de la colocación con don
Cirilo Acosta, mecánico de cabecera del Falcon de mi padre. Igualmente,
el costo seguía siendo importante para mí.. y cuando soñaba con
comprar un Spider, soñaba también con 'hacerle de todo'. Así que
decidí tratar de arreglar lo que pudiera, y de última.. caería en
un taller. A todo esto, ya había roto otro palier, la polea del
dínamo y de la bomba de agua.. todo, curiosamente, en el mismo
lugar: la puerta de la casa de Benjamín, el relojero. Bueno, el
palier me daba un poco de temor, pero las poleas ya las cambié yo.
Tardé un montón de tiempo pero con la ayuda de un librito de
desarme (Parte de las cosas que pude conseguir antes de comprar a
Guachín) logré incluso dejar las correas tensas, acción muy
fácil cuando trabajan dos personas juntas.. pero no en mi caso.
Mi
miedo al cambio de palieres pasaría a la historia.. a la fuerza.
Una noche volviendo del negocio, a unas cinco cuadras de mi garage,
volví a sentir ese ruido a metal roto seguido por el 'punto muerto
permanente..' y me bajé, dispuesto a empujar. No sé si fue por el
encanto de la línea de Guachín, o por mis gestos al desgañitarme
haciendo fuerza.. la cuestión es que 3 ó 4 chicos de entre 8 y 10
años se sumaron a la noble causa y alivianaron mucho mi esfuerzo.
Así las cosas, en el garage me encontré una vez más con Sergio,
que se ofreció a ayudarme a cambiar el palier, el manchón o lo que
fuera que se había roto (La escasa iluminación de la cuadra
impedía un diagnóstico inmediato) e incluso me ayudó junto a su
cuñado Oscar (Otro entusiasta dueño de un 600) y otro muchacho a
empujar a Guachín unas cinco cuadras más, hasta mi casa. La tarea
se complicó en la empinada subida al garage.. pero finalmente
pudimos dejarlo en el lugar justo, aprovechando que mis padres, una
vez más, estaban de viaje en Mar del Plata. Al
día siguiente, por la tarde, pedí permiso en el negocio y volví a
casa para encontrarme con Sergio. El confiaba en que el problema
fuera un manchón, pero tras revisar la zona afectada me dijo que
era el palier.. ¿Y ahora? Me pregunté, y Sergio me animó a seguir
aunque luego del arduo trabajo me confesó que ese era el primer
palier que cambiaba. Costó un buen rato, una buena carga de grasa
de caja y mugre en los brazos, unos cuantos insultos a los 'dados'
que se empecinaban en NO entrar a la caja, y la rotura de un no muy
fuerte tubo de 13 mm, oriundo de un kit barato de herramientas
compradas en un supermercado, para llenar de a poco una caja de
herramientas que fue el primer regalo que tuvo Guachín, de parte de
mi hermano Ruben, y Valeria.. Finalmente quedó bien. Eso sí, al
final de la tarea tuve que pasar por un lubricentro cercano para
reponer grasa de la caja, ya que por desconocimiento omitimos
levantar el auto del lado de la rueda afectada, y eso aceleró la
pérdida (Ni les cuento la sensación que tuvimos al desmontar el
fuelle de goma de salida de la caja y ver la ligera e inexorable
caída del noble elemento lubricante..)
Sergio
me dió una buena mano para el primer cambio de palier que hice..
pero nadie es perfecto, ya se sabe. Quiso el destino que un sábado
a la mañana mientras iba rumbo al negocio, volviera a romperse algo
de la transmisión (Esa vez, un acople de palier) a mitad de camino.
Tenía todo el día por delante para trabajar y el remolque estaba
temporalmente no disponible (Léase: llamé a mi papá para avisarle
del problema, y cerrar el negocio para ir a remolcarnos no estaba en
sus planes), así que cerré a Guachín con sus llaves cruz y tomé
un colectivo a Pompeya, cosa que muy difícilmente haría hoy. (En
ese tiempo el estado de Guachín me daba para dejarlo
"tirado" en cualquier lado y el robo de autos y partes no
era lo que es hoy, definitivamente). La cuestión fue que al
mediodía hice un extraño acuerdo con don Adolfo, mi padre, para
que fuera a remolcar a Guachín ayudado por Sergio.. mientras yo me
quedaba atendiendo el negocio a la tarde. No me pareció un mal
trato en ese momento, pero terminé arrepintiéndome por dos
motivos: primero, porque preferí estar remolcando a Guachín yo, en
lugar de estar atendiendo gente en la joyería (Cosa que no me
hacía mucha gracia, sobre todo cuando caía algún/a histérico/a
que mira mil cosas y no compra nada..) y segundo.. porque Sergio,
que supuestamente guiaba a Guachín, no se avivó de poner la llave
en contacto con una consecuencia ligeramente nefasta: al primer
toquecito al volante, este quedó trabado.. se fue desviando para un
costado sin que Sergio pudiera controlarlo.. y terminó chocando
contra algo, no recuerdo qué. Todo el acto duró pocos segundos y
las consecuencias por suerte fueron leves, el impacto lo absorbió
el paragolpes que se torció un poco y al ser pieza no original no
me causó un gran disgusto. Aunque luego del hecho me prometí no
dejar que nadie volviera a hacerse cargo de un remolque.. excepto
YO.
Justamente
YO, fuí el responsable de otro toque, bastante más
intranquilizante y bastante más.. nabo (No se me ocurre otra
palabra más adecuada y que sea "políticamente
correcta"), en el garage de la casa de mi abuela. Fue un
domingo a la tarde en que Guachín no arrancaba por falta de carga
en la batería (Sinceramente no recuerdo la causa de la descarga..
en fin) y quise sacarlo empujando hacia atrás. No se me ocurrió
mejor idea que hacerlo solo, con la puerta derecha abierta (Acción
que encerraba el riesgo de tocarla con el marco del portón)
confiando en que cuando la rueda trasera tomara la bajada tendría
tiempo de meterme, pisar el freno, cerrar la puerta y controlar
entonces la 'salida a pulso'. Los hechos se dieron exactamente
así.. pero cuando llegó el momento estiré la pierna derecha,
pisé el freno.. y sentí el impacto de la puerta contra el marco.
Guachín NO FRENÓ y una mezcla de rabia e impotencia me invadió..
¿Qué había pasado? Los frenos andaban bien.. pero, con la
puerta "clavada" y el auto inmóvil, pisé el pedal un par
de veces y noté que además de estar demasiado flojo para ser el
pedal de freno.. NO ERA EL FRENO, ERA EL EMBRAGUE!! Imaginen la
situación, a la que se sumaba mi desesperación por empujar a
Guachín, esta vez hacia adelante, para hacerlo entrar de vuelta al
garage y que nadie viera lo tonto del accidente.. bueno, no pude.
Tuve que aprovechar que justo Sergio andaba cerca y me dió un par
de manos para "sacar a Guachín de la pared". Luego de
eso, la puerta cerraba bien pero quedó muy ligeramente abombada. Y
eso sí ya dolió bastante, porque aparte de ser chapa original, la
pintura saltó bastante y a partir de ahí el vidrio lateral de esa
puerta empezó a hacer ruidos en el andar, como si estuviera flojo.
Y
encima, otros problemas seguían "de fondo", como el ya
famoso y cada vez más insoportable "trepidar". En verdad,
manejar se volvía algo complicado cada vez que había que arrancar
en un semáforo, por ejemplo, por lo molesto de esa vibración y por
el miedo permanente a que se convirtiera en algo peor en el futuro.
Así que "dialogando" con un amigo de Fidonet -Edgardo
Radakoff-, me recomendó un mecánico a mitad de camino entre mi
casa y mi trabajo, en Lanús: don Cristóbal. Sinceramente,
conocerlo a él y a todos quienes trabajan en ese taller me inspiró
bastante confianza. Tras un día de revisión (Dejé a Guachín a la
mañana, y lo pasé a buscar a la tarde) me hicieron bajar a la fosa
para ver algo que yo no había notado cuando anduve tirado cambiando
palieres: el "falso chasis" tenía una notable rajadura y
según ellos, esa era la principal causa de las vibraciones. Como
toda cosa que recién conocía, pensé que esto era algo terrible..
pero me tranquilizaron, dándome el detalle de qué trabajos había
que hacer (Bajar la caja de cambios, soldar el falso chasis y volver
a montar la caja). En realidad lo terrible del asunto era cuánto
costaba ese arreglo (Ahí entendí por qué el auto estaba en venta,
aún en ese estado).. unos $400.- entre el trabajo de un chapista y
el de ellos. Pero lo medité un rato y concluí en que no podía
seguir con el auto así. Entonces quedó unos días en reparación y
el resultado fue muy bueno: me mostraron la notoria y prolija
soldadura, y el trepidar pasó a la historia.. aunque -muy
cautamente- don Cristóbal me advirtió que si en poco tiempo
volvían las vibraciones, habría que mirar para el lado del
embrague. El chapista -Orlando- también me causó una buena
impresión ya que además de trabajar bien y en tiempo, disimuló
bastante bien el toque de la puerta derecha, por una pequeña
diferencia sobre el importe original. De paso le pedí presupuesto
por los zócalos, con la idea de hacerlo cuando pudiera.. y me
pareció bastante accesible.
Creo
que nadie tiene escrita su vida como un libro, la va escribiendo en
base a experiencias.. y definitivamente en esta etapa, tuve bastante
por descubrir. No imaginaba cuántas páginas más me faltaría
escribir.. ni me lo imagino al día de hoy.
|