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Historia de Guachín, capítulo 4

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Capítulo 4

Los primeros sabores (Dulces, salados.. y amargos)

Antes de seguir, permítanme describirles un poco el entorno de la historia: los hechos estaban teniendo lugar en el barrio de Nueva Pompeya, ciudad de Buenos Aires, lugar donde mi padre y mi hermano tienen sendos comercios de joyería y relojería. Yo vivía en Lanús, y la casa de mi abuela quedaba a escasas cinco cuadras de la casa de mis viejos. Justamente la casa de mi "babuña" se convirtió en la morada del Spider (Ampliación de garage y cambio de portón mediante..) 

Con batería nueva el arranque fue otra cosa, definitivamente.. y ese  brío renovado (junto a la posibilidad monetaria sobre la que ya les conté) me hizo arreglar al toque el velocímetro, muerto desde la fecha de compra. Así, yo iba y venía en mi 800 con otra cara.. porque había empezado a experimentar algo que no me pasó en todo el tiempo que manejé el Falcon de mi viejo o el 505 de mi hermano: la gente (ya fueran peatones, automovilistas o grupitos de chicos reunidos en la vereda) nos miraba de otra forma, hasta algunos nos gritaban "Fierro!!!" y varios otros sonreían.. Al principio pensé que se reían de mí y del auto, pero con el tiempo entendí los múltiples significados de esas sonrisas..

Parecía que las cosas habían cambiado de la noche a la mañana y que la satisfacción iba ganando terreno a la frustración, pero una maña atacó -como  siempre- en el momento menos oportuno. Quiso la suerte que en la primera semana el Spider se quedara "en punto muerto permanente" al salir de la abrupta  bajada de la salida del garage donde lo guardábamos en el horario de trabajo. Encima, le pasó a mi hermano.. que si mal no recuerdo, lo estaba llevando a hacer cambio de aceite. El motor andaba, pero cualquier cambio en la caja ni amagaba con mover al autito.. tuvo que empujarlo (Con ayuda del hombre que hace grabados en el negocio de papá, Mario) unas cinco cuadras hasta el taller del mecánico que atendía regularmente al Falcon y al 505. Al final del día el 800 andaba nuevamente, gracias al cambio de una pieza cuya importancia y grado de durabilidad conocí bien más adelante: un PALIER o semieje. La buena nueva se vió opacada, sin embargo, por el costo de la misma: CIEN PESOS! "Loco!, sólo en una semana me gasté 250 mangos.. Esto va a ser mi ruina total!!!" pensé.. mientras Ruben trataba de alivianar el problema por el lado de la edad del auto.

Y así, entre disgustos y placeres llegó el día que motivó (O mejor dicho precipitó) la compra de ese convertible color caramelo: el viernes de la reunión con mis amigos de Fidonet. Ya había hablado con Paola y Gerardo -mis compañeros de trabajo- para ir juntos, pero nada les había dicho del Spider (Era una sorpresa secreta, en complicidad con Ruben y Mario). Primero me encontré con Gerardo en el negocio, fuimos al garage.. y él se transformó en un chico con juguete nuevo. No podía contener la risa, producto de la alegría por el impacto visual del autito y su carácter convertible, y se instaló en la butaca del acompañante mientras repetía una y otra vez: "No lo puedo creer, no lo puedo creerrr..". Paola también se sorprendió aunque su reacción fue bastante distinta, más acorde a su femenina personalidad. "Qué nivel, Dany!" fue la expresión, y me hizo sentir por un momento como Gardel, sólo que con un descapotable rojo y algo de frío por la época que de a poco se aproximaba al otoño.. llegamos un poquito tarde al lugar de reunión y pasamos desapercibidos (El Spider había quedado afuera a un par de cuadras..) hasta el final de la cena. Ahí pintó ir al bowling, había que moverse en auto.. y aparecimos con el convertible rojo, robando varias miradas de sorpresa y discreta admiración. Además de Paola y Gerardo (en el asiento de acompañante) dos amigos más (Pablo y Marito) se subieron al asiento trasero, aceptando el desafío de beber el viento.. Realmente no sabían en lo que se metieron, porque el miniviaje de menos de diez cuadras los semicongeló..
J El resto de la noche tuvo gustito a objetivo cumplido y más satisfacción, aunque paulatinamente fui notando que quienes viajaban conmigo sentían más risa que admiración.. J. Finalmente volvimos bastante tarde a la madrugada, con un llantazo al cordón de una esquina (Perdí el control un segundo por la apertura accidental de la puerta de mi lado al girar a la derecha) y la capota puesta (Se me instó "democráticamente" a hacerlo, por mí hubiera seguido sin techo). En ese punto ya la diversión había dado paso a las ganas de volver a casa con la mayor comodidad posible.. y el Spider atentó contra ese fin, definitivamente. La suspensión y los neumáticos radiales lo hacían saltar permanentemente por la entonces empedrada avenida Hipólito Yrigoyen (Futura "gran vía del Sur"), la baqueteada capota parecía aumentar el volumen de los ruidos del interior y para colmo, se desenganchaba cada dos por tres de sus anclajes. Paola, muerta de frío y ubicada en el asiento de acompañante, iba cambiando de a poco la expresión de su cara con la tarea de mantener el techo en su lugar.. y Gerardo, junto a otro eventual compañero (Juan Pablo), iban en una posición poco ortodoxa y graciosa que se reflejaba en sus imparables risas.. a causa del poco espacio que tenían para sus piernas y sus más de metro ochenta de estatura. 

Tras esa noche inolvidable llena de anécdotas que harían demasiado largo este relato, mi relación con el 800 estaba en un punto caramelo, aunque dos cosas me ponían nervioso al pensarlas: la primera era el ligero temor de que en cualquier momento algo se rompiera (como se rompió el palier así, de repente) y la  segunda -mucho más preocupante- era qué reacción tendría mi viejo cuando volviera de vacaciones y se encontrara con el nuevo miembro de la familia.. Al margen, luego de llevar a más de una persona a bordo me dió la sensación de que la suspensión trasera necesitaba un refuerzo. El mismo mecánico de la otra vez se encargó de cambiar los espirales (Según él, estaban vencidos) y solucionar el problema de la capota que se desenganchaba.. este último trabajo se limitó a poner un cartoncito doblado en un lugar estratégico.. y tuvo más de "viveza criolla" que de tecnología de punta, pero funcionó muy bien durante AÑOS..

Al volver de vacaciones, don Adolfo Bielewicz -mi padre- no tenía indicio alguno de la presencia del auto.. y yo pensaba y pensaba cómo se lo iba a decir. El desenlace de esta situación fue, ahora a la distancia, igualmente trágico y cómico. Mi viejo estaba saliendo del garage al día siguiente del viaje de vuelta y mientras cerraba el portón, un vecino alegre y bonachón llamado Miguel se aproximó para tener el siguiente diálogo: "Hola, don Adolfo, lo felicito!!".. "Por qué?".. "Por el auto que se compró su hijo, es hermoso.. un poquito viejo, eso sí, pero muy lindo..".. "¿¿¿??? La verdad, no sabía nada..".. "Ups! Perdón.. me parece que metí la pata". Sí, sí.. así fue como se enteró. Las consecuencias para mi persona fueron las esperadas, aunque podrían haber sido peores. La cosa no pasó de un largo sermón y la "prohibición temporal" de gastar dinero en el auto que aún estaba pagando.. evidentemente al hecho de haber comprado un coche se había sumado la desobediencia.. y quizás eso había sido lo peor para él. Esa suerte de "castigo" se complementó durante mucho tiempo más con gastes del tipo "Che, y si te comprás un auto?" (Toda una frase célebre suya) cada vez que tenía algún problema con el auto.. lo cual era muy molestamente "efectivo".

Y no sólo con mi señor padre tuve un cruce poco feliz.. también por primera vez en mi entonces corta experiencia como conductor de autos tuve que parar frente  a un par de policías que venían en sentido contrario y me hicieron señas de luces. El hecho hubiera pasado desapercibido si no fuese porque mi 800 y yo íbamos a contramano, en una calle de barrio re-tranquila pero en infracción al fin.. Quien viva en Argentina lamentablemente sabe o intuye qué pasó a continuación: tuve que "arreglar" para evitar la multa y el chiste me costó el único billete que llevaba encima en esos momentos.. uno de 50!!!! L. Ese infortunado y oneroso hecho me marcó de tal forma que, además de aprender "de un golpe" a respetar las normas de tránsito, tomé tal grado de alergia a los policías coimeros que en los años que siguieron me gané merecidamente el alias "Duro de coimear"..

 

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Ultima Actualización Jueves, 09 de Septiembre de 2004