Mi llegada a bordo del Spider a la casa de mi abuela fue todo un acontecimiento. Hubo felicitaciones aunque nadie sabía que quería comprarme un auto, ni nadie sabía lo que había comprado realmente.. Unas pizzas fueron el banquete de festejo mientras Sergio, marido de mi prima Ester, me hablaba sobre las bondades de la mecánica 600 y me recomendaba sacarle el
rotor al distribuidor como medida de seguridad por si lo dejaba estacionado en la
calle (Y yo le
respondía "Sí, claro.." mientras me preguntaba qué cuernos era el
rotor y el
distribuidor).
Incluso pensábamos guardar el Spider en un pequeño local al frente
de la casa, devenido en garage, pero debimos dejarlo
"durmiendo" en la vereda, ya que un Fiat 800 es más largo
que un 600 en casi medio metro y el "Fitito" que Sergio
había tenido alguna vez entraba justo.. pero al Spider le sobraba
largo y ni podía cerrarse la cortina del local. Tampoco pude
dejarlo en la casa de mi viejo, porque la pendiente del garage
hacía que el feo y ruidoso caño de escape semideportivo que tenía
tocara, y mal, en la calle. Tras ese recibimiento sencillo pero muy reconfortante
llegó la hora de descansar.. y debo confesarles que esa noche fue
una de las peores de mi vida, en serio. No sé por qué pero no
podía pegar un ojo, daba vueltas y vueltas y el sueño no venía.. y no vayan a pensar que eran las ganas de ir a
ver el Spider y empezar a hacerle cosas. Era el pensar una y otra
vez cómo iría a reaccionar mi viejo cuando se enterara que al
final hice lo que él no quería..
Al
día siguiente me levanté mal dormido pero con ganas de ir a
disfrutar del día (Soleado con algunas nubes) en mi "flamante" Spider.. incluso
encontré a Sergio muy contento limpiándole los vidrios (Franela y
spray a gatillo mediante). Todo parecía presagiar un día de
película pero el inicio fue algo desalentador.. EL SPIDER NO
ARRANCABA. Que revisar esto, revisar lo otro, Sergio
diagnosticó batería el mal estado y yo, como nuevo dueño de su
primer auto usado, no sabía ni dónde estaba parado.. Al final vino un
muchacho más y empujando, lo
hicimos arrancar. Andar un par de
cuadras me hizo casi olvidar ese percance, pero ya tenía presente
que debía reclamar por la batería en la agencia (Sí, sí, eso
pensaba yo.. ¿no me creen?). Casi todos los domingos pintaba el
almuerzo familiar, pero como ese domingo mis viejos estaban aún en
Mar del Plata, la visita de rutina era al departamento de mi
hermano, por la zona de Caballito. Así llegué a Formosa y avenida
J. M. Moreno, lugar donde estacioné mi auto. El almuerzo pasó sin citar el tema, ya que yo quería sorprenderlos a la hora de irme..
pero el sorprendido fui yo al momento de hacer arrancar de nuevo al convertible rojo que en teoría era mi "carta ganadora". De repente, mil y una cosas afloraron en mi mente y golpearon mi pecho, liberando algo que guardaba desde el mismo momento de la compra del Spider: ganas de llorar. Por la decepción de haber comprado ESE auto, por lo que me esperaba para cuando mis padres volvieran de vacaciones, por lo que veía que podía pasar el viernes de la ansiada
reunión.. Ruben y
Valeria habían quedado en su casa tomando mate, totalmente ajenos a
la tragedia interna que estaba sufriendo. Quizás fue por eso que mi
hermano se sorprendió en forma mayúscula cuando toqué el portero
eléctrico y entre sollozos le pedí que saliera porque necesitaba
ayuda.. Ahí conoció el Spider y al ver que el motor ni amagaba con
arrancar, y que yo estaba arrepentido de la infortunada compra, me
tranquilizó y nos pusimos de acuerdo en ir volando a la agencia
para tratar de revertir la operación, si podíamos hacer arrancar el
auto.
Fue ahí, mientras empujábamos a mi pequeña frustración
motorizada, que se acercó un muchacho dispuesto a ayudar.. pero no
era un eventual transeúnte que se compadecía de dos personas en su
esfuerzo, era otro dueño de un Fiat 800 Spider que orondamente se
presentó. Se llamaba Hector, y en ese momento ni imaginé lo que el
futuro nos depararía a los dos.. De todas
formas, en ese momento, yo estaba completamente sin ganas de iniciar
trato con otro dueño del mismo auto, es más, mientras Hector me
contaba que "tenía un club de esos autos" e insistía en
darme su número de teléfono, yo contestaba con frases de una sola
palabra y me preguntaba para mis adentros cuándo arrancaría de
nuevo el 800 para seguir viaje y sacarme de encima al amable pero
inoportuno "colega". Tras empujar entre los tres y lograr que el motor
volviera a girar, nos despedimos y su número de teléfono quedó en
cualquier lado menos en mi cabeza turbada..
El tiempo
había cambiado otra vez y presagiaba lluvia mientras yo iba en mi
800, con la esperanza de poder devolverlo, y mi hermano en su 505.
Sin embargo, el ímpetu conjunto chocó de frente con el mismísimo
garca que se había encargado de
venderme aquel autito, y afloró
una miríada de excusas mediocres y tartamudeantes.. "No, la plata que dejaste
ya la pasé para otra cosa".. "Y, qué querés por un auto
con 30 años en la calle".. "Una vez que se hacen los
papeles, no hay vuelta atrás".. y otras más. Después de mucho renegar, lo máximo que pudimos lograr
fue que le pusieran la batería de otro auto para solucionar el
problema de arranque y volvimos a nuestras casas.. En el camino, como
una burla del destino, la escobilla limpiaparabrisas del lado
conductor se trabó y saltó de su lugar, dejándome otra vez bajo la lluvia que se había desatado poco antes de
emprender la vuelta, y ya sin importarme si alguien me veía
mientras lamentaba otra vez más la compra que había hecho.. y lo
que me esperaba de ahí en más.
El lunes
siguiente, otra vez amaneció radiante.. pero otra
"pálida" me esperaba al ir a poner el Spider en marcha:
Sergio, mi primo político, me comentaba en confianza "Che,
este auto tiene los zócalos picados y puede que algo más
también.. yo te recomendaría devolverlo, si podés".. y yo ya
no quería llorar más, ni molestarme en ir a la agencia a tratar de
volver atrás todo,
así que su consejo
me entró por un oído y salió por el otro..
pero fue premonitorio de otras cosas que fueron
"saltando": (Por ejemplo el velocímetro no andaba desde
que lo saqué de la agencia). Además del miedo a qué iba a
encontrar de malo, se sumaba mi inexperiencia total en el mundo
tuerca. Sergio me mostraba los zócalos y yo recién ahí me
enteraba que esa parte de los autos se llamaba así. Y tal grado de ignorancia me hizo
cometer la metida de pata más grande que recuerde (Luego de la
compra de ese 800, claro..). Al día siguiente, martes, partí a la
mañana rumbo a la agencia nuevamente.. para que LE PONGAN DE
VUELTA LA BATERIA "ORIGINAL". Tal como lo leen.. ¡El
vendedor no lo podía creer! (Y ahora viendo hacia atrás, yo
tampoco..) pero insistí en el reclamo hasta que conseguí que le
colocaran de vuelta la batería "original" y salí de ahí
un poco contento, porque pensaba que al menos en eso, les
había ganado.. tras escuchar más de una vez una frase que por repetida
quedó grabada en mi mente: "NO ME JODAS MAS".
Una
casa de escapes de la zona había colocado ese silenciador que tan
mal me caía, y allí me dirigí para que le VOLVIERAN A PONER EL
ORIGINAL (Notan que seguía dando cátedra de ignorancia
tuerca.. ¿no?). El muchacho que me atendió recordaba al 800, pero
se sorprendió mayúsculamente por mi pedido (No era para menos). Me
explicó que el silenciador que tenía el auto cuando lo llevaron no
era el original, y encima estaba en tan mal estado que fueron los
ratas de la agencia los que tuvieron que cambiarlo en lugar de
"emparcharlo para vender" (Bien que les habrá dolido,
pensé).. De todas formas le expliqué mi problema con la subida del
garage de la casa de mi viejo, y un poco de calor de soldadora
autógena estratégicamente localizado junto a una madera cumplieron
con la misión. A decir verdad, me fuí más contento de ese taller
que de la agencia, porque en ningún momento sentí que me
estuvieran estafando.. (O garcando, llamemos a las cosas por su
nombre..)
Lo
del escape era dentro de todo aceptable.. pero mi
"genialidad" de ponerle al auto su batería
"original" tuvo su lógica consecuencia. Tras
volver y almorzar en un restaurante de las cercanías, el Spider
volvió a negarse a arrancar.. esta vez, bajo un chaparrón
repentino. Lo primero que pensé fue empujarlo y volver a la
agencia, pero mi hermano (que estaba almorzando cuando yo llegué)
se encargó de dos cosas: primero de aclararme que la macana me la
había mandado yo (Por lo que en la agencia iban a reírse de lo
lindo en mi propia cara) y segundo de remolcarme hasta una casa de
baterías del barrio, donde el 800 quedó con batería nueva,
gracias a la situación económica en ese año (1994, les recuerdo)
que era mucho mejor que la presente y permitía algún gasto
"de emergencia" sin tanto dolor. De hecho, en los tiempos
que siguieron pude aprovechar cierta facilidad
derivada del trabajo (En pocas palabras: yo trabajaba sin sueldo
pero mi señor padre siempre dijo que si necesitaba algo, no tenía
más que abrir la caja.. y eso fue lo que hice, al menos hasta que
él volvió de sus vacaciones..).